El aislamiento térmico y acústico es una cualidad que, instintivamente, nos asocia las alfombras al invierno. Sin embargo, ahora en temporada estival, los tapetes de tejidos ligeros y frescos transpiran, confortan, decoran con estilo tanto interiores como exteriores.

Ten muy en cuenta que las fibras naturales no pueden mojarse, mientras que los materiales sintéticos, ideales para alfombras de terraza o jardín, resisten con balas de cañón la humedad y los rayos solares. La clave reside en elegir la opción que mejor se adapte al tiempo y al espacio:

El polipropileno es una fibra sintética clave para usos exteriores, muy resistente al desgaste (por ejemplo, conserva inalterable su coloración ante la radiación ultravioleta), de fácil secado (antimoho), perfecta, por tanto, para zonas de piscina, con césped.

Las alfombras vinílicas, también sintéticas, no acumulan polvo (antihongos y antibacterianas), resultando recomendables para personas alérgicas. Pesan muy poco, característica que las hace ideales para baños y cocinas.

El bambú no se expande ni dobla. A las alfombras de pasillo les sienta como anillo al dedo este material.

El sisal, fibra natural algo más áspera que el yute, es flexible pero sufridor ante la humedad, por lo que se recomiendan siempre para uso interior.

Las alfombras de algodón soportan bien las altas temperaturas, no acumulan electricidad estática y son absorbentes, pudiéndose, pues, colocar en exterior pero, ojo, a cubierto de la lluvia.

El cáñamo es una fibra natural aislante y resistente, muy buena para alfombras de salón o recibidores, lugares de bastante paso.